jueves, 31 de diciembre de 2009

Galápagos, un sueño hecho realidad



Viaje a los orígenes

Lo primero que me venía a la mente cuando escuchaba la palabra Galápagos, era la figura del eminente naturalista Charles Darwin y su largo viaje con el Beagle. Luego pensaba en los animales antediluvianos que veía en los documentales o en los fascinantes paisajes lunares del film protagonizado por Russell Crowe, Master & Commander. Durante los últimos años y gracias a mi afición por el buceo, llegaron a mí relatos de personas que habían estado en las islas Encantadas y que narraban incontables historias de encuentros con multitud de leviatanes, llegando a definir el lugar como el número uno del mundo para ver esas criaturas pero, cuando buscaba alcanzar esos sueños aventureros, me topaba con la realidad de las grandes agencias de viaje que le despertaban a uno de sopetón.
Hasta que un día, la hipotética posibilidad de visitar ese onírico paraíso se acentuó cuando la casualidad, o la pareja, quiso llevarme a su país: Ecuador.



La llegada

Cuando alguien con un presupuesto relativamente ajustado se dedica a recabar información para viajar, desde la vieja Europa, al oficialmente conocido como Archipiélago de Colón, sólo encuentra precios desorbitados. Cruceros de lujo y hoteles de primera se presentan como única opción, hasta que descubre que es posible encontrar alojamiento que cumpla con las tres B del bueno, bonito y barato. ¿Qué importancia tiene ducharse con agua fría cuando te sientes un privilegiado por ver una tortuga gigante de más de 150 años?




Era un martes del mes de agosto y después de cruzar muchos mares y muchos controles aéreos hasta llegar a la isla de Baltra, tuve la sensación de haber viajado en el tiempo hasta los comienzos de todo.
Las imágenes de Baltra eran absolutamente espartanas y se hacía difícil entrever como puede haber vida en un lugar aparentemente tan inhóspito. Y sin duda lo es; los animales de este lugar del mundo han tenido que luchar por sobrevivir e imponer sus genes y descendencia a las manecillas del tiempo.
El traslado de Baltra a Puerto Ayora, núcleo de la isla Santa Cruz y capital turística de la región insular, no se demoró en exceso entre el tramo en autobús del aeropuerto al embarcadero, los cinco minutos que nos llevó cruzar el estrecho canal que separa las islas y salvar Santa Cruz en un recorrido de una media hora en taxi con vistas de los bosques de Scalesia, árbol endémico de Galápagos.



El amable Puerto Villamil

Desplazarse a Isabela, la isla más grande y con forma de caballito de mar, ya fue harina de otro costal, pues navegar hasta su principal población, Puerto Villamil, nos llevaría unas tres horas en una pequeña fibra (lancha) de movida navegación y algunos mareos de nuestros sufridos acompañantes por las embravecidas aguas de agosto y es que, durante este mes de verano, las condiciones no son las más idóneas para embarcar debido a la denominada Garúa o estación seca, que concentra nubes y acumula niebla en las cotas más altas de las islas junto a la comentada bravura de la mar y un descenso de las temperaturas.


Puerto Villamil es un sitio encantador; si el viaje ha sido muy largo y cansado, el viajero escéptico puede sentirse contrariado, pero la amabilidad de sus gentes y la tranquilidad del lugar harán que, con toda seguridad, se marche maravillado de la isla, de momento, a salvo del turismo masivo y de resort. Aunque, desgraciadamente, esto podría cambiar en los próximos años con la construcción de algunos hoteles y de un gran aeropuerto.
Allí tuvimos la fortuna de conocer al entrañable César, del restaurante Los Delfines, quien, además de ofrecernos suculentos frutos de la mar como la langosta, nos alojó en su bonita casa frente a la playa.

Al día siguiente de la toma de contacto, optamos por hacer el recorrido hasta el centro de crianza de tortugas gigantes o galápagos, donde nos pudimos sumar a un grupo de indígenas Quichua del continente que estaban conociendo las maravillas del lugar. Gracias a ello, comprendimos la labor del centro para la reintroducción de los ejemplares en algunos puntos de Isabela.
Durante la tarde, aprovechamos para hacer el ‘tour de las Tintoreras’ donde, por un módico precio, pudimos hacer un trayecto en fibra para observar piqueros de patas azules y un pequeño grupo de pingüinos o pájaros bobos de las Galápagos (Spheniscus mendiculus), los más alejados del polo sur, además de conocer las grietas donde descansan unos tiburones que allí denominan tintoreras (Triaenodon obesus, también puntas blancas de arrecife), ver cientos de iguanas marinas y alguna lagartija de lava o las anaranjadas zayapas (cangrejos). Aquí por fin tuvimos contacto con el mundo submarino haciendo un poco de apnea, por primera vez, con dos tortugas verdes (Chelonia mydas agassizi) que se dedicaban a comer algas mientras subía la marea.


Por la mañana del jueves, elegimos el tour del volcán Sierra Negra para visitar su cráter, según el guía, el segundo más grande del mundo. Esta excursión altamente recomendable, nos ocupó una mañana de caminata desde un paradero, al que nos desplazamos con la omnipresente camioneta (pickup), cubiertos por la húmeda niebla de la Garúa que nos imposibilitaba apreciar la magnitud de dicho cráter, hasta la zona norte de su abertura, donde nos sorprendió el sol, pudiendo distinguir las fumarolas y lava de la reciente erupción volcánica del 2005.
Más adelante vimos el volcán Chico y unas cada vez más espectaculares vistas panorámicas de la isla, con su perfil norte más definido por el volcán Alcedo y Darwin, el canal Bolívar y la isla Fernandina al oeste y Santiago al este.
Hacia la tarde y sin parar más que para el almuerzo, nos dirigimos en taxi al Muro de las lágrimas, construido por reclusos a mediados del siglo XX y de triste recuerdo por su historia de crueldad y dureza con los reos.
Regresamos haciendo camino a pie y visitando los perfectamente señalizados puntos de interés: el Cerro Orchilla y su espectacular mirador con vistas del sudeste de la isla, como los humedales o Bahía Tortuga. Seguimos con el Túnel, la playa del Amor (una pequeña y bonita playa de origen orgánico), las Pozas Verdes, etc. hasta llegar ya de noche al pueblo con un bien merecido cansancio.



De vuelta a Puerto Ayora



A la mañana siguiente embarcamos en un yate cabinado, a leguas en dimensiones y confort de la chalupa de ida, para regresar a Pto. Ayora en mejores condiciones marítimas. Allí visitamos la Fundación Charles Darwin, denominada así por el célebre naturalista inglés, el cual desembarcó en las islas Galápagos durante una expedición en 1835 a bordo del HMS Beagle que le llevaría a viajar alrededor del mundo casi cinco años. Sus observaciones le ayudaron a publicar 24 años más tarde “El Origen de las Especies”, libro que cambiaría la forma de pensar del mundo.
En la Fundación es donde cuidan al archiconocido galápago Solitario George, último ejemplar conocido de la isla Pinta, y tratan que se reproduzca con dos hembras genéticamente lo más parecidas a él para que no se pierda la especie. Según nos dijo un guía, se calcula que si George logra descendencia tardarán unos 400 años en conseguir la especie pura.






Tiburones martillo, balleneros y piratas

Habíamos intentado encontrar plaza en un tour a Bartolomé, la postal más reconocible de Galápagos, pero no fue posible, así que Floreana fue nuestro siguiente objetivo para ese sábado. Esta vez el tiempo no nos permitió disfrutar a fondo de las visitas, más que nada por el cielo nublado y la temperatura un poco fría del agua que nuestro shortie alquilado no acababa de aislar.
En la isla Floreana vimos las antiguas cuevas que los piratas utilizaban para refugiarse, puesto que era la isla con más fácil acceso al agua dulce. Además, en unos recintos en el bosque, vimos tortugas que procedían de otras islas: durante años los piratas y balleneros que atracaban en la isla aprovechaban para llevárselas como alimento en sus largos viajes, dado que una tortuga puede permanecer viva durante muchos meses sin comer. De este modo, terminaron por extinguirse en Floreana.


El domingo el tiempo tampoco acompañaba, pero tuve la posibilidad de bucear, con equipo autónomo, en las famosas Rocas Gordon y maravillarme con rayas, un camuflado pez piedra escorpión, un hermoso pejerizo, un gran banco de peces pámpano, alguna tortuga y lobo marino o los ineludibles bancos de tiburón martillo.
En dos palabras: Im-presionante. Sin embargo, las dos inmersiones que realizamos en el lugar, no estuvieron libres del estrés que entraña el buceo en zonas de corrientes y mar colérica… ¡Con una bajada y subida del barco parecida a montarse en un tren en marcha! :-)







Rancho Mariposa


Para los amantes de la naturaleza Galápagos es una especie de Meca: la característica flora y fauna del lugar es un continuo placer para la vista y, aunque es poco probable ver a todos esos bicharracos del documental de National Geographic, los animales que se ven, y su mansedad, colman muchas de sus aspiraciones “voyeurísticas”. Esto me sucedió en el precioso Rancho Mariposa.
Dirigido por un descendiente de los primeros colonos, el rancho dispone de una extensión de verdes hectáreas en el corazón de Santa Cruz, donde las tortugas campan a sus anchas disfrutando de las mejores hierbas del lugar y se refrescan en pequeños estancos que comparten con patos y demás fauna.
El día nos brindó la posibilidad de gozar de la paz y generosas vistas del lugar y contemplar a las tortugas, sin nadie más a nuestro alrededor, en una experiencia que jamás olvidaríamos.



León dormido

Por la tarde del lunes navegamos hacia el sudeste, haciendo una pequeña escala en Santa Fe, para dejar a dos pasajeras que embarcaban en un crucero y proseguimos nuestro derrotero hasta arribar a Puerto Baquerizo Moreno, la capital política del archipiélago, situada en la isla de San Cristóbal.
Faltaban escasos días para nuestra partida y tocaba aprovechar al máximo las horas que quedaban así que, rápidamente, buscamos un hotel que cumpliera unos mínimos y fuimos a contratar el último tour que nuestro tiempo nos permitía. Elegimos una excursión que se prolongaría prácticamente todo un día y que engrosaría los excelentes recuerdos de nuestra estancia en las islas.




Durante la mañana nos encontramos con la simpática chica de la agencia Galakiwi, antiguamente regentada por un neozelandés y nos condujo al muelle donde coincidimos con el resto de personas que realizaban el tour. Curiosamente, era un grupo de estudiantes ecuatorianos que estaba allí por la 2ª Cumbre Mundial de la Evolución, celebrada en San Cristóbal y que, a su vez, coincidía con el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin.

La jornada fue espléndida y el sol nos sonrió desde el inicio de la mañana. Empezamos navegando el litoral hacia el norte de Puerto Baquerizo y pudimos distinguir entre los árboles y habiendo finalizado la época de apareamiento, la afamada fragata que hincha el pecho rojo para atraer a las hembras. También vimos piqueros, pájaros tropicales y albatros.
En un punto del camino, fondeamos para hacer unas apneas en aguas poco profundas de una pequeña isla y logramos ver una tortuga verde, una raya, iguanas y piqueros de patas azules en unas rocas, unos equinoideos conocidos como dólar de arena de Galápagos (Encope galapagensis), etc.



En un momento del recorrido, pude observar una cría de lobo marino descansando en la playa de la isla, a unos 30 metros de donde me encontraba. Unos años atrás había tenido una bonita experiencia con lobos en el Mar de Cortés y quise tratar de repetirla: comencé a dar aullidos con el snorkel para imitar el sonido de estos animales y conseguir atraer su atención. Al cabo de unos instantes, el lobito empezó a moverse alegremente por la arena para dirigirse hacia el punto donde me encontraba ¡había funcionado!

Rápidamente, nos pusimos a jugar como dos niños y a dar vueltas por las aguas someras de aquella zona. Para atraer su atención, expulsaba aire de mis pulmones para formar burbujas y el lobito repetía mi gestos en un alarde de imitación. Traté de agarrar un trocito de alga para juguetear con ella, pero no le hizo caso y se dedicaba a moverse impetuosamente de un lado a otro, dando vueltas sobre sí mismo, para alejarse y, de forma súbita, se acercaba a mí para aproximar su hocico a poquísimos centímetros de mi rostro y voltearse de nuevo. Al cabo de un buen rato de juegos y ajetreo, decidí seguir nadando hacia un extremo de la isla, pero el lobito me seguía sin perder el interés hasta que, finalmente, me alejé un poquito más y se fue.





- Dato importante: cuando uno se encuentra este tipo de animales salvajes, tiene que evitar, aunque a veces resulte muy difícil, el contacto físico con ellos. El guía nos explicó que las crías de lobos marinos no deben ser acariciadas, puesto que podemos impregnarlas con nuestro olor o el del protector solar y al buscarlas las madres, que las reconocen por el sonido y el olor, rechazarlas.


Después de tomar un refrigerio, proseguimos nuestra divertida jornada navegando hasta el León Dormido, un islote de toba volcánica cortado por un pequeño canal, que debe su nombre a la forma que evoca su silueta vista desde lejos. Preparamos el equipo ligero y nos echamos rápidamente al agua para ver que sorpresas nos deparaba el lugar.
Comenzamos entrando por un extremo del canal y en seguida vimos un grupo de numerosos tiburones de galápagos (Carcharinus galapagensis) que patrullaban la entrada a unos 10m por debajo nuestro. Con premura, realicé un golpe de riñón y me situé a escasos metros de los tiburones, que seguían impasibles su nado por la abertura. Al rato de hacer unas apneas, nos encontramos un banco de rayas obispo de un tamaño mediano que daban vueltas por la superficie, hasta que logramos ver un ejemplar a más profundidad que capitaneaba el conjunto y que rondaría el metro y medio de longitud.
Durante un rato, seguimos enfrascados en el lugar viendo estos animales, así como erizos de púas largas, verdes y lápiz, estrellas de todas formas y colores, una tortuga, además de otros peces que nunca había visto…sólo falto el tiburón ballena para que el éxito fuera completamente absoluto y, más tarde, el guía nos diría: ‘¡El grupo de turistas que vino antes que nosotros ha visto un ejemplar de tiburón ballena!’.
Finalmente y con un poco de frío, decidimos regresar al barco cuando, pegados al acantilado, comenzaron a caer restos de toba o guano que alguna ave removió en las alturas del islote.
La excursión se completó en una paradisíaca playa de arena blanca para nosotros solos. Bueno, compartiéndola con los entretenidos lobos, para regresar a Puerto Baquerizo después de un día sublime.



Patrimonio de la Humanidad en peligro



El 16 de enero del 2001, el petrolero Jessica embarrancó frente a Puerto Baquerizo Moreno y vertió miles de galones de fueloil en las aguas de Galápagos, diseminándose en una mancha de grandes dimensiones. Afortunadamente, las corrientes colaboraron en alejar el vertido de las islas y que el accidente fuera menos grave de lo previsto en un principio.



¿El final, o el principio?

El miércoles era un día triste, puesto que nos despedíamos de las islas para regresar al continente y dado que teníamos el vuelo a las 12h de la mañana, decidimos aprovechar las poquitas horas que nos quedaban. Hicimos un viaje relámpago al aeropuerto para hacer el check-in de las maletas y, a continuación, fuimos en taxi hasta el Centro de Interpretación de San Cristóbal, donde se explica detalladamente la historia de las islas desde el ángulo antropogénico y natural, para terminar con una exposición de los problemas que plantea el presente y las posibles soluciones para la conservación de este enorme legado. Todo ello, ayuda a comprender el conjunto de Galápagos de forma global.

Nuestra historia terminó cuando volvimos al aeropuerto, esta vez sí, para embarcar destino Quito. Aprovechamos para comprar algún recuerdo material pero, los mejores recuerdos, los buenos e imperecederos, estaban en nuestra memoria.

¿Nuestro primer y último viaje a las Encantadas? Seguro que no.








- Descripción de fotos y vídeo:
-Foto1_Galápago (Geochelone elephantopus) en Rancho Mariposa, Santa Cruz.
-Foto2_Puerto Villamil, Isabela.
-Foto3_Cactus opuntia gigante (Opuntia echios), Isabela.
-Foto4_Garza azul (Ardea herodias) en Bahía Pelícano, Puerto Ayora.
-Foto5_Iguana marina (Amblyrhynchus cristatus), Floreana.
-Foto6_Pez halcón jeroglífico (Cirrhitus rivulatus), Floreana.
-Foto7_Pez pejerizo (Chilomycterus affinis galapagoensis), Rocas Gordon.
-Foto8_Galápago comiendo hierba en Rancho Mariposa.
-Foto9_Lobo marino de Galápagos (Zalophus wollebacki) tomando el sol en Puerto Baquerizo Moreno, San Cristóbal.
-Foto10_Banco de peces pámpano acerados (Trachinotus stilbe), Rocas Gordon.
-Foto11_Iguana marina en los humedales, Isabela.
-Foto12_Lobos marinos en la playa, Floreana.
-Vídeo_Lobito marino jugando, San Cristóbal. Música: Gorille mélancolique, Philippe Mangold (http://www.jamendo.com/es/track/73537).


- Bibliografía:
BBC. Las Galápagos: Las islas que cambiaron el mundo. (Blu-Ray/DVD), 2006.
Constant, Pierre. Galápagos: A Natural History Guide. : Odyssey, 2007.
Constant, Pierre. Marine Life of the Galápagos. : Odyssey, 2006.
DvDeep. Guía de Inmersiones. Dive Galápagos. (DVD), 2007.

- Enlaces de interés:
Fundación Charles Darwin
Islas Galápagos (Google maps)
Parque Nacional Galápagos

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1 comentario:

Unknown dijo...

Las islas Galápagos (también islas de los Galápagos y oficialmente archipiélago de Colón) constituyen un archipiélago del océano Pacífico ubicado a 972 km de la costa de Ecuador Está conformado por 13 grandes islas volcánicas, 6 islas más pequeñas y 107 rocas e islotes, distribuidas alrededor de la línea del ecuador terrestre.
Fuente: luxury galapagos cruises